27.10.10

Los dos Estocolmos.

Estocolmo es la capital de Suecia, sí, de este extraño país perdido cerca del Polo Norte. Esta ubicación, elegida probablemente por algún vikingo con un extraño sentido del humor, hace que el clima juegue un papel muy importante en la vida y cultura de la urbe.

Los inviernos largos y oscuros y los veranos igual de largos y soleados, miden el ritmo, la economía, las actividades y, para bien y para mal, el estado de ánimo de los aventurosos estocolmenses. Y los suecos no parecen percatarse de esto, ya que han estado sumergidos en esta vida toda su existencia. En otras palabras: creen que todo el mundo tiene esta bipolaridad. El Stockholm Fotografiska Museet (así es, el Museo de Fotografía de Estocolmo) (¡qué fácil es el sueco, ¿no?) exhibió las obras de dos fotógrafos estocolmenses al unísono. Pieter ten Hoopen y Sandy Skoglund. El resultado tiene más contraste que una obra de Andy Warhol.

Pieter ten Hoopen es lo que se espera de un sueco. Durante los meses invernales, como es de esperarse, la poca luz y el frío convierten a el morador de Estocolmo en un ermitaño huraño, solitario, depresivo. Las imágenes de la vida diaria que ten Hoopen muestra, reflejan este estado de ánimo.

Clariscuros. Penumbra. Soledad. La sensación de ser tocado por los rayos del Sol, pero no sentir calor. De estar en un autobús o en un vagón de metro lleno de gente, pero estar solo. Toda la gente caminando como sombras con sus abrigos negros, en la calle blanca. El silencio de las mañanas que empiezan a las 10.00 y terminan con el último rayo solar a las 14.00. Este es el Estocolno de ten Hoopen. Y que retrata en su obra.

Cuando se aparece el primer rayo de sol real, calientito, cegador, es entonces cuando comienza la metamorfosis. Uno va caminando por la calle y de pronto, en un semáforo, seis o siete individuos, ignorando que tienen el paso de luz verde para cruzar, están con los ojos cerrados, rostros vueltos al cielo, disfrutando.

Apenas el termómetro marque unos quince o catorce grados, la gente se vuelca a los parques, con traje de baño y bikini (o sin él) para cobrar su deuda de Vitamina D. Y comienza el otro Estocolmo.

La obra de Sandy Skoglund es de instalciones con uno o dos colores chillones, algún elemento ajeno a la vida diaria que cubre por completo la escena, y personas inmunes a lo bizarro que está ocurriendo a su alrededor.

Los meses de verano, además de dar rienda suelta a modas de colores chillantes, minifaldas, estilos de pelo curiosos y demás, también inyectan de vida a los habitantes. Así que el mismo homeless que te acercaba la mano helada en el metro en enero, es el que ahora toca el acordeón en la entrada de la iglesia, mientras ve desfilar, como si fuera cosa de todos los días, a oficinistas con saco y jeans rosas, amas de casa hablando por celular mientras pasean en bici con su bebé detrás, estudiantes de preparatoria disfrazados por las calles sufriendo novatadas y preparatorianas con leggings de lunares azules.

Skoglund y ten Hoopen son claramente artistas que ven a la ciudad como realmente es. La soledad que llega y se va sin que se note, y la alegría forzada y extraña. Pero ambos tienen razón. Estocolmo tiene dos caras.

2 comentarios:

  1. me pregunto que carecteristicas evidentes tendremos los mexicanos per que no podemos percibir desde adentro

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  2. Creo que los mexicanos somos bastante turbios. No creo que sea tan fácil quitarnos el velo.

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